miércoles, 22 de diciembre de 2010

    Un hombre cuyo pasado laboral parece haber quedado en el olvido. Un hombre que conoció el poder, con la capacidad de entender ésta máquina, las herramientas y la forma de hacerlas funcionar. Un hombre que durante años ha luchado por nuestra educación. Con logros y decepciones a la espalda, con un pasado que se alzó con su presencia y u presente que parece derrumbarse ante su ausencia. Un hombre que se dio cuenta del poder de la influencia, que degustó el sabor del poder y que supo desaparecer. Un hombre que sintió miedo de la premonición se su propia ambición, y que aún de vez en cuando sufre la vuelta de ese regusto amargo de la gula.  Un hombre que ha dedicado horas a jugar con los play-movil, que disfruta haciendo castillos de arena y que se enamoró de Nueva York. Alguien que a las 7:40 de la mañana y yendo hacia el colegio puede pedirme que sonría. Una persona que ha sufrido los daños que me han hecho y los que le he regalado yo. Un hombre para el que constituyo uno de los mejores días de su vida y aún así uno de los dos peores. A quien acudo cada día y que se ve obligado a romper planes por resolver mis dudas. Alguien ante el cual odio llorar, al que he hecho llorar, y que me ha regalado lo que soy. Alguien a quien le debo cada sutil gesto o intelectual ocurrencia que puedas ver aquí hoy. Que adora los paseos por el campo y se derrite si le doy un beso. Un hombre que a cualquiera parece serio, pero que de puertas para adentro aun sigue entrando en mi cuarto cada noche para decir "buenas noches". Con unos ojos de hielo y una sonrisa de fuego, mi padre.