domingo, 31 de julio de 2011

Italia... sono innamorata di te.

En primer lugar, debo una disculpa por el abandono de este ultimo mes, lo siento.

   Hace una semana que volví de Italia. ¡La terza volta! Si... Y no he descubierto nada nuevo, nada aparte de que cuando dije que estaba enamorada de Roma, no lo dije con la seguridad con la que hoy puedo decir que no es la ciudad, es ese país, me siento profunda, insensata, y locamente enamorada del país donde la pasta no es pasta sino miles de nombres, fetucini, maccheroni, farfalle, radiatori... el país donde la historia se ve en cada esquina, el país cuyo idioma hace que cantes, y cuya capital no es otra que amoR. 
Y a pesar de verme obligada a reconocer que me encuentre donde me encuentre de Italia, ya sea Bolonia, la hermosa Verona, la Venecia de película, o la divertida Florencia, siento la extraña sensación de no querer volver nunca a España, de despertar cada día del resto de mi vida bañada por esa luz maravillosa que desprende el sol de la toscana, porque la luz aquí no es tan naranja, no tiene la misma vida, no brilla como brilla en las contraventanas... Apesar de reconocer esto y mil sensaciones más que provocan mi cariño por estas ciudades, no puedo negar que no es otra sino la inabarcable Roma la que me envuelve como en un abrazo cada vez que piso sus calles de adoquines, la que hace que mis lágrimas se derramen al llegar al lungotevere y advertir, al otro lado, el vivo trastevere que se anuncia en la otra orilla, la que hace que al doblar esa esquina despues de haber pasado el Panteón y dejando atras la Piaza Navona, no deje de darme un vuelco el corazón, por muchas veces que lo haya repetido, al ver la estruendosa Fontana encajonada en la pequeña plaza. Cuentan las leyendas que debes tirar tres monedas a ese agua cristalina que no deja de brotar de los muchos grifos del monumento, y que en cada una de ellas deberás pedir un deseo, ¿la primera? para volver,¿la segunda? para encontrar el amor, ¿y la tercera?la tercera para quedarte. Gracias Roma, porque la primera vez que me di la vuelta oyendo a mis espaldas el agua como si se tratase de una cascada que me fuera a aplastar, de verdad desee con todas mis fuerzas volver a pisar tus suelos, y poco menos de un año mas tarde, me tenías allí de nuevo, con la misma ilusión de niña con un juguete nuevo, deseando algo que, sin darme cuenta, ya tenía, y es que, Roma, ¿cómo pedirte encontrar el amor, si nada más que tu me hace emocionarme de tal manera? La tercera la he tirado este mes, y sin duda aun deseo lo que pedí, vivir en tus calles Roma, poder decir que eres mi ciudad, al menos por un tiempo.
    Este viaje ha sido, sin duda, fantastico. He conocido ciudades verdaderamente mágicas, hasta ahora, mis dos visitas anteriores a Italia se habían centrado en su magnífica capital y una ligera visita a la medieval Siena, ahora puedo decir que el Ponte Vecchio visto desde el Ponte alle Grazie, con el sol callendo a mis espaldas, es sin duda una de las fotografías más bonitas de Florencia. O que pasear por la Verona de Shakespeare para darte de bruces con la casa de Giuletta y atravesar ese pasillo repleto de cartas en sus muros para entrar en el patio desde el cual poder ver el famoso balcón de la joven Capuletto es una experiencia de película...

   ¡Me quedan muchas más! No lo dudéis, pero os las ire haciendo saber a medida que vaya publicando el diario de viaje de 4 chicas que han vivido uno de los mejores viajes de sus vidas. Para vosotras, niñas, (vosotras sabeis quienes sois) un pequeño adelanto: Me siento feliz de haber pasado esos 10 días con vosotras, de habernos reido como lo hemos hecho, de haber compartido con vosotras esta aventura inolvidable. Grazie mille miei care amice. Os quiero.

viernes, 8 de julio de 2011

Algun día...

...a todos nos llega.

Un día me despertaré y veré que tengo todo lo que quería. Me daré cuenta de que dan igual todos esos sueños sin cumplir, porque tendré lo fundamental, aquello por lo que la vida tiene sentido, aquello cuya pérdida me resulte insoportable. Y ese día llegará. Cuando menos me lo espere, cuando deje de buscar. Cuando aprenda que, para lograrlo, sólo hay una norma: saber quienes somos, y querer luchar por ello. 

Hoy me he hecho esa promesa, aprender que la vida no es algo que este escrito, sino algo por lo que se lucha. Y que para luchar, lo primero y más importante es saber por qué se lucha.

miércoles, 6 de julio de 2011

Lo que el viento se llevó:

Me permito el lujo aquí de publicar un texto que no es mío, sino de mi madre, pero que describe a la perfección como me he sentido durante la pasada semana, me siento ahora, y probablemente me sentiré por un tiempo:

"Hace unos días alguien me preguntaba con qué personaje de ficción me identificaba yo, algunos estáis muy hechos ya a este tipo de preguntas, pero yo me quedé en shock porque en realidad creo que siempre que veo una película o leo un libro me identifico hasta la médula con alguno, así que no hablábamos de personaje, sino de personajes, cientos…; pero hice el esfuerzo de adentrarme en mis paranoias a ver cuál me gustaba más, convocando a Ana y los cinco, Becky, la parejita de Tom Sawyer, Pippi Calzaslargas, Caperucita y una larga lista de intrépidas heroínas, y hasta emergió Peggy Guggenheim de entre mis espejos como ente de ficción.
Pero el lunes por la mañana fue otra imagen la que reflejó en mi pesadilla. No sé si recordáis a la dulce Jane Banks, la eterna hermanita de Michael, Banks también. Si no los conocéis corred a alquilar la película porque no habéis tenido infancia. Estos dos chiquillos, un día, hartos de niñeras con verrugas, olor a naftalina y aceite de ricino, tuvieron la genial idea de escribir una carta en la que reflejaban sus sueños; interceptada por la autoridad paterna, la carta en pedazos se fue por la chimenea y llegó, como en los cuentos, donde tenía que llegar. Y recibieron su niñera sin verrugas que sabía cantar y nunca gruñía. Llegó volando con el viento.
Nosotros no hicimos cartas - o tal vez alguien sí - porque nuestro yo niño a saber dónde quedó, ni tenemos chimeneas mágicas por desgracia; pero un día el paraguas trajo volando dos locos alegres y confiados como en la canción. Abrieron un bolsazo vacío y sacaron de él un enorme perchero para colgar miles de proyectos, nos enseñaron a recoger nuestros pedazos rotos con un simple chasquido, clap, y a pasar los malos tragos with a spoon full of sugar, y supieron hacer un buen pastel; nos hicieron desfilar, un - dos, por años temáticos y caballos de cartón. Se quedarían hasta que cambiase el viento.
Ingenuos como los niños Banks nos olvidamos de mirar la veleta o la veíamos de reojo, temblando una vez al año, soplábamos para conjurarla y mantenerla quietecita, y así el cuaderno de bitácora se mantuvo sin novedad… un tiempo. Un día el viento cambió y, aunque todos necesitamos un poco de sur, la veleta viró definitivamente al norte. Y arrastró al paraguas mágico con su carga. Sobrevoló esta vez no el Támesis con neblina porque para nuestro cuento bastan el Guadalquivir y un calor horroroso. Sumisos como buenos chicos, Jane y Michael aceptaron las razones, otros necesitaban también un poco de magia, y ni siquiera miran atrás cuando siguen a los señores Banks, ahora sí rescatados de la indiferencia y la frivolidad, pensando que ya eran capaces de volar solos sus cometas.
Y el Viento siguió volando sobre el agua.
"

martes, 5 de julio de 2011

FROG PRINCE:



Siento romperles los esquemas... Pero esto es lo que hay:

   Numerosas mujeres solteras actuales confesarán, o deberían confesar, que pasan aun sus vidas esperando la llegada de un magnífico príncipe que venga a rescatarlas y llebarlas a su castillo maravilloso.
   Deberían confesar también que aun imaginan ese ser perfecto, de cabello resplandeciente y ojos brillantes, montado en un impresionante corcel blanco y empuñando en su mano una magnífica espada.
   Pues bien, tal salvador no existe. Si como yo, querida lectora, ha cometido y comete aun hoy día el error de esperar, ya sea sentada, de pie o buscando como loca a tal criatura, debería empezar a aceptar que quiza ese hombre al que espera habrá sustituido la espada por un pitillo, el magnífico corcel por una ruidosa moto, y el resplandeciente cabello por una cabeza rapada decorada en la nuca por una rasta a conjunto con los piercings que adornaran su rostro y, tal vez, parte del resto de su cuerpo. 
    Quiza cuando aceptemos que tales seres no se acercan a invitarte a bailar o cenar sino que se entretienen dando saltos descontrolados con los colegas o sentados en la arena con unas litros, quiza entonces podamos empezar a hacernos a la idea de que nos toca poner mas de nuestra parte, de que ha llegado la hora de abandonar los cuentos de princesas y empezar a vivir la realidad. Y la cruda realidad es que no, no existen las princesas encantadas y no existen los principes de los cuentos de hadas para venir a rescatarlas. Existen hombres y mujeres, y todos buscamos lo mismo, la forma mas fácil, cómoda y divertida de pasar el tiempo...
O, almenos, así deberia ser...