jueves, 10 de octubre de 2013

No sabiamos nada el uno del otro, pasamos más de la mitad de nuestra vida sin conocernos, sin saber de nuestra existencia.
Ignorando quienes eramos.
Nos vimos tres o cuatro veces, por toda la ciudad
Y, de repente, un día cualquiera, una noche como tantas otras nos damos cuenta de que ya van a hacer años...
No es que siempre haya sido perfecto, como todos hemos pasado nuestras épocas. He pensado que os tendría para siempre, he creido que os perdería, he pensado que os había perdido, y he querido teneros siempre.
Alguno de vosotros me ha dicho alguna vez que hay amistades que no duran toda la vida, es cierto, hay amistades que son como el agua de la ducha, te toca un segundo, resbala y se va por el desagüe o se evaporan y de ellas lo único que queda es un recuerdo de vaho en el espejo al cruzarse por las calles. Pero hay otras... Hay otras que llega un momento en el que sabes que no desaparecerán nunca. Hay otras que, de pronto se hacen tan fuertes que sabes que por mucho que tengan que aguantar el desgaste del tiempo, un día sonará el telefono y estarán ahí para sentarse con una cerveza entre los dos y reir como si nunca hubiera cambiado nada.
No se si la nuestra será de esas, no se si dentro de unos años sereis esa llamada de telefono o ese recuerdo de vaho en el cristal. Lo único que se y que puedo decir con certeza ahora mismo es que me alegro de haberos conocido, me encanta este tiempo contando con vosotros, de días de biblioteca, de noches en casas solas, de confesiones con una cerveza, de tardes en el patio, de noches en la playa o en el campo... de placiteos, de feria, de techaos.. con algunas, de viajes inolvidables.
Sólo se que, a algunos creí haberos perdido, creí haberme ganado a pulso el romper la relación y, por el contrario, os tuve ahí, tras ese mensaje al móvil, después de una llamada inesperada. Después de casi un año sin dar apenas señales de vida. Sólo se que hay gente que te demuestra cosas increíbles y que vosotros lo habéis hecho. No sois muchos, pero sois los necesarios. Sois los que me dais fuerza para luchar por lo que quiero, por lo que tengo y por lo que decido conservar.
Alguna vez me habeis dicho (y sino seguro que lo habeis pensado) que soy una pesada cuando os echo de menos, cuando me entra el pánico de perderos, cuando veo que a alguno hace ya demasiado que no le veo. No es obsesión por conservar el grupo, es que cada uno de vosotros me habeis aportado algo distinto, es que cada uno os habeis hecho un hueco en mi vida que no rellenará cualquiera. Es simplemente, y por mucho que evite deciroslo, y por mucho que me cueste demostraroslo a algunas, que os quiero. Que no puedo imaginar mi vida sin haberos conocido, sin haberos tenido cuando he tenido ganas de llorar y cuando he tenido ganas de reirme sin parar. Para hablar de lo que nos preocupase, para sentarnos en un banco y reirnos de tonterías que ya han pasado. Es simplemente que no sabiamos nada uno de otro y el destino nos obligo a conocernos. Me obligó a quereros. Y que estoy orgullosa de poder decir que, a pesar de todo, sois mis amigos.

P.D: Voy a echaros de menos, pero se que cuando vuelva estaréis como siempre para contarnos este curso que comienza. Estoy viviendo un sueño al que algunos de vosotros me habéis empujado y sin los cuales no habría tenido el valor de embarcarme en él (a una me la llevo conmigo, para vivirlo entre las dos)(a otras se que las tendré más allí casi de lo que las veo cuando estoy en Sevilla). Un año en el que os llevaré en la maleta, os pensaré tantas veces, y donde más de una vez desearé estar más cerca para poder abrazaros.  Sabéis que aquí estaré esperando con los brazos abiertos al que decida venir a visitarme, y sabéis que cuando me subí en ese avión solo podía pensar en los abrazos que os daría o que os daré cuando os vuelva a ver.

Os quiero gentecilla ;)


domingo, 21 de julio de 2013

Aprender que no me perteneces:

  Decir en una relación que las cosas no van bien porque no sabes entenderme o porque no actúas como debes actuar conmigo, es como decir que me he comprado una lavadora que no deja la ropa tan suave como a mi me gustaría. La solución quizá sea cambiar de suavizante.

  Lo que vengo a decir es que no es justo que te culpe de los problemas que tengamos entre nosotros. Cierto que es la reacción normal y común, pero parándome a pensar debería llegar a la conclusión de que ¿quién soy yo para decirte si lo que haces lo haces mal, y para decidir que eso es lo que nos esta destruyendo? Probablemente lo que nos ha llevado a este punto de enfrentamiento sea mi propia percepción de la realidad (subjetiva e influida por numerosos acontecimientos, traumas, decisiones, recuerdos e ideas de mi subconsciente que condicionan lo que veo y percibo sobre lo que me ocurre o me rodea), puesto que soy yo y no tú, quien plantea que existe un problema, es decir que soy yo quien lo esta viendo o percibiendo. Así que, ¿cómo culparte a ti de algo que estoy viendo solo yo y, por tanto, probablemente, creando yo sola en mi cabeza? 


  Lo primero que debería preguntarme es de dónde surge el problema, o sea, cómo, cuándo y por qué fui consciente de que dicho problema existía. Si surgió en mi cabeza hablando con alguien, tras un sueño, al ver una película o simplemente echándote de menos. 


  Una vez que tenga localizado el momento y la manera en que dicho problema se erigió en mi cabeza para cuestionarte y cuestionarnos como pareja, debería tratar de localizar otras situaciones similares, ejemplos de relaciones que hayan podido desaparecer o verse perjudicadas por sentirme de la manera en que me siento ahora contigo. (Seguramente esta no sea la primera vez que me encuentro de este modo). No sería lógico seguir pensando que eres el problema, o que el problema viene y surge entre nosotros porque tú no sabes quererme, o demostrarme que me quieres, si ya me he sentido de este modo. 


  Debería ahora plantearme a qué se debe este miedo, esta inseguridad. Si necesito que me demuestres constantemente algo que, ya no solo tú, sino tampoco otros han sabido demostrarme (no es necesario que hablemos sólo del ámbito de pareja, puede que esta situación venga reproducida entre mis círculos de amigos, mi familia...) quizá no sea normal. Quizá sea yo la que tiene el problema, por necesitar la demostración de algo que no suele ser exigido demostrar. 


  Si he pasado estos sencillos pasos, te hablaré de una forma diferente a si pienso que simplemente haces las cosas mal. Si pienso que tengo unas necesidades especiales, y, sobre todo, si he sido capaz de localizar a qué se debe la necesidad de dichas necesidades o exigencias, podré explicarte qué me ocurre. Y no será una confrontación donde discutamos si actúas de forma correcta o nos echemos en cara quién de los dos se equivoca, sino que será un encuentro en el que seré capaz de admitir que algo en mí no funciona bien, que necesito que pedirte ayuda y que quiero que me acompañes en la superación de mi problema. Será una invitación a crecer juntos, en lugar de una crisis que casi nos separa. 


  Si pienso que no me llamas lo suficiente, que no me cuidas como deberías, que no te preocupo, que no te importo... Si necesito, en cada momento, saber donde estas, cómo te encuentras, si me echas de menos o si tienes ganas de verme, en definitiva, que me recuerdes constantemente que me quieres, estaré asfixiándote, pero sobre todo, en el momento que no me cojas el teléfono, que no te despidas con un beso, que no me llames para darme las buenas noches o que no te vea cuando crea que debo verte, temeré que hayas dejado de quererme, que ya no te importe, que me hayas olvidado, o simplemente que no te preocupo. Trataré de echarte en cara que eres la causa de mis dudas y te escupiré a modo de reproche cada uno de mis miedos culpándote de ellos, en lugar de explicarme (a mi mismo primero) y, si fuera necesario, después a ti, que algo en mi conciencia me provoca este temor, y que no tiene nada que ver contigo, pero que influirá en nuestra relación hasta que sea capaz de superarlo y confiar en ti plenamente. 


  Los problemas, en una pareja, muy pocas veces son debidos plena y exclusivamente a la otra persona. Casi siempre son la respuesta de nuestro cerebro al recuerdo de un temor repetido en nuestra memoria o  a la carga de un trauma creado en nuestra infancia. Si de pequeños nos perdimos una tarde y creímos ser abandonados por nuestros padres, ese hecho anecdótico se repetirá en nuestra conciencia haciéndonos temer que otros nos abandonarán cuando menos lo esperemos. Y como este miles de traumas más que condicionarán cada una de nuestras relaciones, lo único que debemos hacer es detectarlos, y mantenerlos a raya, superarlos, solos o con ayuda, pero no culpar a quien nos rodea de los miedos que me condicionan. 


  No me perteneces, no puedo hacerte a medida, pero sobre todo, no puedo pretender que entiendas mis miedos si nos te los comunico previamente. Sólo puedo compartirlos contigo y confiar en que juntos podamos superarlos. 
 

jueves, 4 de julio de 2013

Paisajes de montaña

Hay años que no querrías terminar nunca, que esperas guardar en tu memoria para siempre, con los que quieres soñar mil veces y que revivirías otras cien. Hay años que son agradables, suaves, dulces, arropadores... Hay otros años que se clavan como puñaladas en la espalda. Llenos de momentos difíciles, que se erigen como montañas que escalar para llegar a la cima.

Cuando subes un pico, cuando lo estas subiendo, las horas de camino pesan en la mochila, la sed te seca la garganta, los pies duelen al tropezar con las piedras, los brazos pesan, la cabeza te duele y sólo deseas llegar arriba y parar. No puedes evitar preguntarte por qué empezaste a subir.

Cuando llegas arriba lo entiendes. Cuando eres capaz de ver la cascada que rompe el prado para caer en la poza en la que te bañarás en cuanto recuperes el aliento, cuando alcanzas a ver los picos nevados que traen el agua hasta el agujero bajo tus pies, el camino ha quedado olvidado. Tan solo algunos momentos en los que decidiste levantar la vista del suelo para ver lo que te rodeaba se han quedado en el recuerdo. El dolor es algo que ha pasado y que te brinda la oportunidad de admirar la cima con mayor agradecimiento.

Hay años que son como subidas a un pico. Sólo deseas llegar al final, pero en momentos como este, en los que decides pararte y mirar, eres consciente de que las lágrimas que ahora te mojan la cara se olvidarán junto a cada piedra del camino cuando estés arriba. Este es uno de esos años, sólo queda caminar, y llegar.

De este año salvo muy poquitos altos en el camino, pero los que salvo me han servido para ver por qué merece la pena pelear.

viernes, 7 de junio de 2013

"Que lástima pero adiós"

Hace un tiempo me hice una promesa:  no volvería a llorar dos veces por la misma persona. No voy a romperla ahora. 



lunes, 6 de mayo de 2013

6 de mayo

Lo de mi día de hoy empieza a preocuparme. Pienso en las practicas atrasadas, los temarios por empezar, los examenes por presentarme... Me agobio, me falta el aire y salgo de la biblioteca para sustituirlo por nicotina. Me he olvidado la carpeta en casa. Vuelvo al coche, vuelvo a por ella, vuelvo a sentarme frente al mostrador de la entrada a la biblioteca. Llevo media hora y me doy cuenta de que no he leido ni una sola frase de los apuntes que tengo delante. Cojo el ordenador, abro un nuevo blog, trato de soltar todo lo que me esta bloqueando esta mañana, esta tarde, este día que se esta haciendo eterno, insufrible. Llevo una hora y el documento sigue en blanco. Decido cerrarlo. Me acuerdo de ti. Me enfado. Me enfada tu forma de ser, cada vez me caes peor. Me enfada aún más no ser capaz de poner letras a todos los pensamientos que me rondan la cabeza y que me encantaría vomitarte encima alguna tarde. Ahora me sobra el aire. Quiero fumar, no aguanto más aquí sentada pensandote, o pensandonos. O peleandome con unos dedos que no me dejan decir lo que quiero que escuches.

Este día de levantarme, de sentarme de nuevo, de salir, de entrar. De escribir sin sentido. De matar el tiempo por no querer matar a nadie. Este día de exámenes y trabajos terminados sin haberlos pensado siquiera. De hacer las cosas por inercia. Este día me está matando, o me esta dando ganas de matarme.

domingo, 5 de mayo de 2013

Momentos de crisis

"Porque la vida no se mide por las veces que respiramos, sino por los momentos que te dejaron sin respiración."

   Tocado el fin del primer cuarto de mi vida me doy cuenta que había demasiadas cosas por cambiar. Demasiado por madurar, demasiado por lo que pararme, por lo que pensar, por lo que quizás haberme esforzado un poco más. Este año de cambios, de sorpresas, de sustos, de momentos inolvidables y de tantos que habría querido borrar de mi cabeza, me ha hecho ver que había más donde mirar, que la mayoría de los cabos estaban por atar. 

"La crisis de los veinte"... y tienen tanta razón. 

   A pocos meses de empezar un año lejos, de empezar a echar de menos, de conocer, de "vivir por mi cuenta y riesgo", hoy me he dado cuenta de que es ahora cuando mis decisiones empiezan a tomar forma de verdad. Hace unas semanas que vengo diciendome que "me había vuelto buena", que me empezaba a percatar de un cambio radical en mi vida, en mis relaciones, en mi forma de ver las cosas y sobre todo en mi manera de mirar lo que me rodeaba. En un principio creí que tu eras la razón de la existencia de esta nueva yo. Tus charlas, tus broncas, tus echarme en cara las cosas que te parecían inadmisibles y que yo veía tan corrientes, tan normales. No te quito parte del mérito, de hecho me veo obligada a admitir que todo eso ha debido ayudarme a ver algo que ya empezaba a cobrar forma en mí.  A veces es necesario que otros te indiquen dónde estas mirando. Supongo que he debido quedarme como embobada, con la mirada perdida en un horizonte que se iba conformando con trocitos de mi vida, y de fondo una voz (la tuya) que criticaba cada error, que agradecía los aciertos, que sin darse cuenta me iba guiando en la decisión sobre quién quería ser.
   Pero hay algo más que tú en todo esto, supongo que a todos nos llega un momento en el que, de repente, somos conscientes de la importancia que tiene poner empeño en construirnos a nosotros mismos. En el que nos damos cuenta de que no crecemos como las plantas, de que debemos pulirnos, cuidarnos, de que crecer supone un trabajo, y de que ese trabajo, un día, nos pertenece. Llega un momento en el que nos damos cuenta de que los demás han dejado de ser quienes debían regarnos y podarnos, de que somos nuestra propia responsabilidad y que el resto serán, sólo, nuestros apoyos. Y es lógico pensarlo, si no hemos pasado por tener que ser quienes nos cuidemos, ¿cómo podremos cuidar, enducar, enseñar... a otros, a los que vengan luego? ¿Quién puede ser padre, tío, padrino, abuelo... si antes no ha podido, no se ha dado la oportunidad, de ser el mismo quien maneje su vida, quien juzgue las decisiones, quien se equivoque o acierte solo? 
   Hoy he entendido el miedo de mi padre cuando me dice que no he sabido tomar las riendas de mi vida, hoy he comprendido que no es una bronca como las que me echaba cuando tenía quince años y no pensaba lo que hacía, entónces era él quien debía poner los límites, quien marcaba el terreno de juego. Hoy he visto que su miedo no es otro que el miedo que debe dar ver cómo el árbol que plantaste se te cae encima porque ya no queda pared donde sujetarlo, con la diferencia de que este "árbol", nosotros, yo, debería tener la capacidad de sujetarse sin ayuda, de crecer eligiendo y sabiendo dónde elegir. 
   No se qué me ha hecho abrir los ojos, pero se que este año algo se ha movido dentro de la niña que creía que era más libre por no tener que dar explicaciones de las cosas que hacía sin pensar. Y al moverse ha dejado entrever una realidad que hasta entónces no había querido mirar. Durante estos meses no solo he podido ver a quién tengo a mi alrededor, estos meses me han enseñado con quien puedo contar, quien llegó un día para quedarse y quien dará la espalda cuando no me necesite, empiezo a ver quiénes son amigos de verdad, cuáles son las cosas por las que quiero luchar, por las que merece la pena pelear. He aprendido que quien menos te lo esperas te engaña y que quien esta a tu lado de verdad no necesita repetírtelo muchas veces para que sea más real. Este año me he sorprendido al ver que las lágrimas no se derraman con tanta facilidad, y que las cosas duelen de una manera diferente, más pausada, más lentamente, con menos piedad. 
  
Nunca había sido tan consciente de haber crecido. Nunca había visto con tanta claridad lo mucho que me queda por crecer y lo mucho que tengo que trabajar para hacerlo. Esta es la primera vez que soy consciente de que lo queda del cuadro tengo que pintarlo yo. 

Os doy las gracias a todos los que habéis estado ahí para que creciera hasta hoy, a los que habéis tratado de cuidarme y que sufríais con cada lágrima que bajaba por mi mejilla o cada sollozo que partía el silencio en una noche, a los que suspísteis cuando necesitaba un abrazo y me lo dísteis, a los que supísteis decirme las cosas tal y como las veíais cuando me equivocaba. Os doy las gracias también a todos los que causasteis esas lágrimas, a todos los que me mentísteis alguna vez, a los que me utilizásteis, a los que os aprovechásteis y a los que no me supísteis querer. Porque de vosotros también aprendí. Aprendí que hay heridas que se cierran con el tiempo, aprendí que otras muchas tan solo crecen con él y que hay que aprender a crecer con ellas. Os doy las gracias a los que supísteis quererme y me enseñásteis a querer. Te doy las gracias a ti, por hacerme ver que esto estaba pasando. 

Hoy quiero tomar esas riendas. Hoy quiero bajarme del carro y empezar a andar este camino con la esperanza y la decisión de ser capaz, algún día, de tomar un desvío y hacer mi vida por mi cuenta. 

lunes, 8 de abril de 2013

En el campo de batalla:

   Me gustaria saber qué extraño poder de obcecacion y absoluta negacion de los sentidos ejerce sobre determinadas personas el enfrentamiento rotundo y de frente con una negacion, con la prohibicion socialmente -supuestamente- aceptada de no tocar aquello que no es tuyo, que tiene dueño, o empieza a ser de otro. Parece que algunos no son capaces de asimilar que algo no les pertenezca o pueda pertenecer a otros. Que no tienen la capacidad de racionalizar que hay cosas que, quizá, deberían dejar para otros, o simplemente que no pueden tenerlo todo. 

   Supongo que todos nos hemos encontrado alguna vez con gente así, que todos hemos tenido que defender, en determinada ocasión, a capa y espada algo que era nuestro, o que deseabamos que lo fuera, frente a individuos que deseaban arrebatarnoslo y hacerlo miembro de su creciente colección. Es en estas luchas cuando somos plenamente conscientes de la importancia que tienen para nosotros estos X deseados, el problema aparece cuando empezamos a cansarnos de luchar, cuando las moscas son tan numerosas que por mucho que airees el paño no consigues espantarlas y la bandada se hace aún mayor. Cuando duele. Cuando ya da pereza incluso el más mínimo gesto de revolución frente a ellas. Te paras entonces un solo segundo y los recuerdos se agolpan en un collage mental que te expone en diapositivas los valores del objeto o la persona deseada, haciendote, inconscientemente, valorar si esta guerra merece la pena o es preferible avandonar la jugada y retirarse del campo de batalla.

   En contadas ocasiones no llegas a entender qué te sucede, no consigues explicarlo a los demás o ni tan siquiera explicartelo a ti mismo, lo cierto es que tienes claro que no quieres dejar de pelear, pero tus pies están esposados, tus manos atadas a la pared y la mordaza de la boca te bloquea la lengua impidiendo salir al grito desesperado que se enreda entre tus dientes apretados. En contadas ocasiones da igual quien sea quien se pone en medio, tienes claro que romperás las cadenas y que vas a pasarle por encima. En contadas ocasiones dejar de luchar simplemente ha dejado de ser una opción.


domingo, 31 de marzo de 2013

Agonía y éxtasis

Dicen que cuando deseas algo con la fuerza necesaria termina por hacerse realidad. Dicen que inconscientemente tus gestos, tus sueños, tu vida en fin, se vuelca en ese destino que un dia decidiste vivir para ponertelo, de repente y sin previo aviso frente a la cara. 

Lo que no dicen es que cuando eso ocurre, cuando aquello a lo que has dedicado tanto tiempo que apenas eres capaz de ponerle fecha a esa primera vez que lo soñaste, aparece ante tus ojos con la cercanía de poder abrazarlo, algo frena tus brazos, otra fuerza agarra tus manos, los pies se hunden en la tierra, y la niebla nubla tus ojos evitando que veas nada más. 

Nadie te avisa de que el corazón se te oprime en un puño y que la garganta se agarra en un nudo imposible de tragar mientras, sin darte cuenta, tienes la cara mojada y los labios sellados. 
 
Nadie avisa del miedo que da darse cuenta de que el tiempo que queda apenas es suficiente para abrir los ojos, tragar saliva, y respirar, mientras a tu alrededor todo empieza a caerse. 

Ninguno te dirá que los sueños, cuando se acercan demasiado a los dedos, mueren como pompas de jabón al soplarlas y solo te queda construir otros nuevos.
 
 

lunes, 25 de marzo de 2013

  Tener un sueño es como tener un amor platónico. Dedicar un tiempo, un espacio de tu vida, de tus días, de tu mente, de tus tardes en blanco a algo que, en el fondo consideras imposible. Tener un sueño es precisamente eso, soñar despierto. Con la esperanza ciega de quien es inconscientemente consciente de que aquello que sueña no es real. Pero, ¿y qué si, de repente, alguien te sirve ese sueño en bandeja? ¿Qué si ahora parece que deja de ser sueño para convertirse en una realidad que se acerca implacable conforme los días transcurren impasibles? 


  Cuando nuestros sueños dejan de ser sueños para empezar a intuirse como la realidad que nos rodeará en, tan solo, cuestión de tiempo parece que el mundo entero se tambalea. Como una silla coja. Como la típica mesa del típico bareto barato. Porque tener un sueño es construir una realidad a nuestro modo, crearla, hacerla tuya cada noche, y en el momento que se transforma dejas de ser su dueño para pasar a ser tu un mero objeto de ese mismo. Dejas de utilizarlo para ser utilizado. Dejas de ser un creador para empezar a ser protagonista de algo que ha dejado de ser tuyo para empezar a ser por su propio pie. 

  La diferencia radica en tener un sueño o perseguir un sueño. Y yo, de pronto, no se si solamente lo tenía o si algún día lo perseguí. Pero alguien decidió que era el momento de regalármelo. No se si cumplirá toda mis expectativas, seguramente no será tal y como lo soñé, o lo he soñado. O construido. Lo único que se es que no voy a desaprovecharlo. 


(Torre Sant'Andrea, Lecce)

(Cueva Zinzulusa, Lecce)

(Anfiteatro, Lecce)


viernes, 22 de marzo de 2013

Despues de la tormenta

  Hoy quiero decirte simplemente que las cosas han cambiado. Hoy quiero que comprendas que estas equivocado. Tengo la necesidad de respirar tranquila sabiendo que eres consciente de que he cerrado mis ojos por ti.


  Llega un momento que "tanto va el cántaro a la fuente, que termina por romperse", y supongo que es lo que me ocurre. Lo auguraba hace unos días, deje que pudieras intuirlo no sin el miedo de estar equivocandome, hoy se que tuve razón. Y lo admito con la franqueza que produce el no saber descifrar siquiera como me siento ante la situación, no se si esta calma es causa del miedo que tuve por quererte, o por la tranquilidad de aceptar que no me quisiste. No se si es que  hace demasiado que deje de hacerlo o si es que aún no me ha dado tiempo a echarlo de menos. Pero se que se ha acabado. 

  Hoy solo quiero que tengas claro que no me voy, que sigo aquí, que estaré siempre mientras dure. Pero que estoy y estaré como siempre has querido que estuviera. Quiero decirte que, como siempre, vuelvo a no negarte nada, vuelvo a darte exactamente lo que buscabas, vuelvo a ceder ante ti. Y esta vez me niego a mi misma, cierro los ojos y solo espero que la calma permanezca.


domingo, 17 de marzo de 2013

A golpe y porrazo

Y me empeño en subir la musica para no oir vuestras voces, para no escuchar las criticas, para no oir en vuestras bocas lo que cada noche me digo yo sola. Porque escuchar tus propios miedos en lenguas ajenas aterroriza mucho mas.

  Que nos creemos que las cosas si no las nombramos no son tan reales. Que parece que si no salen de nuestra cabeza no pueden existir mas aya de las fronteras del sueño. Pero lo cierto es que, aunque sola te sorprendes subiendo el volumen para no escucharte a ti misma, cuando alguien pone otra voza esos mismos pensamientos, la realidad cae como una losa sobre tus hombros y te hace consciente de que da igual sobrepasar la capacidad de los altavoces.

  Lo cierto es que cuando tus miedos han dejado de ser tuyos para pasar a ser los de otro, solo te queda encender un cigarro, echar el pelo para atras y arrancar, que el semaforo lleva un rato en verde.

  Lo cierto es que solo te queda asumir la verdad, y la verdad es que ha llegado el momento de bajar el volumen, escuchar lo que tiene(s)n que decirte...

 ...y avanzar.

martes, 5 de marzo de 2013

Addio

Puedes negarlo tantas veces como quieras. Puedes, incluso, negártelo a ti mismo. Pero lo cierto es que la ves y, al mirarla fijamente, apenas logras reprimir el deseo de abrazarla estrecho, fuertemente. El deseo de sentirte tan dueño suyo que su corazón parezca latir dentro de tu pecho, junto al tuyo.

Puedes repetirte cada mañana que no sientes nada, que no te importa lo que haga. Pero la verdad es que si la tienes al lado tus manos se mueven solas, tus dedos la aprietan, y en un segundo de lucidez o de ceguera absoluta, te sorprendes agarrando su mano mientras le hablas y la duda asoma en tus ojos obligándote a sacudirla de tu cabeza, a cambiar de tema, a alejarte de ella.

La realidad es que, sin saber por qué motivo, ha aparecido en tu vida, se ha ido introduciendo en ella y sin darte(se) cuenta se adueña sin piedad de cada segundo de tus días. No hay razones para ello, pero si te paras a pensarlo, ¿cuántas horas pasas sin verla?, ¿sin pensarla?, ¿sin nombrarla? ¿cuántos minutos de tus días no son suyos?

Repitete a ti mismo que no es cierto, que sigues siendo dueño de tus decisiones y que ella no te influye. Convencete de que lo que sientes es lo normal, que no tiene ningún otro significado. Duerme tranquilo cada noche autoconvenciendote de que las reacciones que has tenido, y de las que tu mismo te has percatado en su presencia, son las convencionalmente aceptadas como naturales.

Tarda cuanto desees en admitir que no soportas imaginarla con otro, que cada día sin verla es un suplicio, que tu necesidad de saber de ella no es normal. Intenta no admitir que solo deseas decirle que eres suyo. No pienses que, quizás, cuando consigas sacudirte la cobardía que te envuelve como una telaraña y te impide ver la realidad, buscarás su sonrisa entre las demás como hacías siempre, pero esta vez sabiendo por qué necesitas su aprobación y no la de otro, y entonces, probablemente, te darás cuenta de que ella ya no esta, que no espera tu mirada como hasta entonces. Porque ella ya sabía mucho antes lo que sentía. Porque ella tenía claro desde el principio que parte de si misma se había hecho tuya y lo aceptó esperando que tu fueras capaz de hacerlo también, decepcionándose cada día al ver como te negabas a abrir los ojos. Llegando a la conclusión de que la equivocada era ella. Y en el momento en que tu admites que no hay nada que hacer y que los ojos hay que abrirlos en algún momento, a ella le ha ocurrido lo mismo y ha decidido cerrarlos.


¿Por qué nos ocurre esto tantas veces? ¿Por qué nos resultan mucho más fáciles las relaciones esporádicas, insustanciales e irrelevantes? ¿Por qué resulta tan complicado admitir que alguien se ha adueñado sin previo aviso de nosotros y que apenas somos la mitad de nosotros mismos cuando no lo sentimos a nuestro lado?

lunes, 4 de marzo de 2013

Cuaderno de bitacora

Me dedico a soplar niebla
que los bichos están ahí
que prometen almohadas
te las dan por las dos caras
quieren jugar con la boca
de sangrar, de no latir

(Capitan cobarde, Albertucho)
 
  Supongo que es inutil que niegue que en estos últimos meses mi vida se ha visto de repente alterada por numerosas corrientes de agua que me empujan, me atropellan y me revuelven en un mar pocas veces en calma. Supongo que es más inutil aún negar que me encanta. 
 
  Desde pequeña he tenido siempre la manía de sumergirme bajo el agua cuando las cosas no estaban bien, parece que en la bañera, cuando el pelo se separa de la nuca para acariciarte suavemente el breve espacio de tiempo que controlas la respiración y solo alcanzas a oir el goteo regular del grifo, cada gota que cae se lleva con ella y diluye en el agua alguno de tus problemas. Y así, plof... 1... plof... 2... desaparecen uno a uno en una muerte tan rápida y al mismo tiempo tan tranquila e indolora que parece limpiarte por dentro. 

  Apenas logro ahora imaginar mis días sin la fuerza de esas corrientes que me arrastran en un mar al que poco a poco voy conociendo. Los escollos aparecen y desaparecen con una rapidez tal que nos obligan a reducir la velocidad y en, determinadas ocasiones, a veces incluso, a frenar y echar el ancla mientras buscamos un nuevo caudal que nos conduzca a pequeño remanso de paz.

  Y sentada bajo la cascada logro dejar de escuchar los gritos que mi cabeza decide dar en mi interior. Ya no se oye nada. Ya no hay nada más. El estruendo del agua que cae a mi alrededor, que choca en mi cabeza y resbala con fuerza tras golpearme los hombros me envuelve, me abraza, se apodera de mi y dejo de ser yo por un momento fundiendome con las rocas de mi alrededor. 

  Los vientos incontrolables que acompañan este mar desconocido nos empujan cada día cambiando nuestro rumbo. La inutilidad de tratar de imaginar dónde acabará nuestro viaje lo hace, a medida que avanza el tiempo, más atrayente, podría decir que mágico. No hay tierra a la vista, pero los bancos de arena se suceden y no es rara la vez que hemos temido encallar.
 
  Mojando los pies en una arena que se disuelve con tocarla voy avanzando y dejo que el agua cubra mis tobillos consiguendo que cierre los ojos un instante. Dejo que llegue a las rodillas rapidamente, y empiezo a frenarme en el avance. El ombligo... la cintura... el frío me recorre la columna vertebral cuando el agua alcanza la cruz en la nuca. Y en un escalofrío que me despierta tomo aire, aprieto los ojos y todo se esfuma a mi alrededor mientras encallo los pies y me fundo con las algas. 
 
  He de reconocer que no son pocas las veces que hemos temido el naufragio. Las tormentas se suceden, y con ellas el oleaje se levanta y nos balancea  tan fuerte que el agua se cuela por la borda y comienzan, si hay fuerzas, las operaciones de salvamento y achicaje. 

  Cuando los estertores de los pulmones me hacen volver a la realidad y me recuerdan que el oxigeno me resulta, desgraciadamente, algo absolutamente necesario comienza la lucha por alcanzar la superficie que se adivina más allá, sobre mi cabeza. 
 
  Y si el barco se hundiera... No puedo evitar temer que ocurra e incluso amenazar con la terrible evidencia al resto de la tripulación si no lo han hecho ya antes.

  Y es cuando logro salir, con la bocanada de aire que se mezcla con las gotas saladas que salpica mi pelo y me resbalan por la cara metiendose en la boca y recorriendo la garganta, cuando veo que ni siquiera el sabor amargo logra parecer desagradable. Y mietras voy andando hacia la orilla, con el pelo aún goteandome en la espalda y la sal que se me pega en todo el cuerpo, ya no hay nada que haga que desaparezca el hoyuelo en mi sonrisa. Ya no hay nada que no me haga creer que, si el barco se hundiera, estaremos ahí para levantarlo.
 


miércoles, 27 de febrero de 2013

I Carta a X

"Sin darnos cuenta de pronto caemos en que las cosas no son siempre como nos hubiera gustado, de pronto quien te hacía sonreir cada mañana parece haberse convertido en alguin tan aburrido, insipido e insustancial que, por mucho que trates de recuperar esa sensación, ya puedes chutarte algo, que no vuelve." 

"Caemos entonces en una apatía tal que apenas nos reconocemos nosotros. Al menos a mi me ocurre. Supongo que cuando creo haber encontrado a esa persona, es como la gravedad, pero ya no es la tierra la que me sostiene, todo gira entorno a ella. Y si la gravedad deja de atraernos, empezamos a alejarnos, cada vez más rápido, sin frenos. En una caída sin sentido y a la vez tan sentida..."
(Entradas antiguas)

A veces es mejor dejarse caer cariño, dejar que nos empujen y avandonarnos en ese tunel, perdernos en una oscuridad que, sin duda, será rota por una luz, quizás no mejor que la anterior, quizás no definitiva, quizás simplemente renovada. A veces dejarse caer no es, si no, un signo de fortaleza involuntaria, la consecuencia del terrible amor que deberias sentir por ti misma y que deberían sentir los que te rodean hacia ti.

Me han dicho muchas veces algo que voy adecirte yo ahora, y ninguna de esas veces me ha gustado escucharlo ni he querido hacerle caso, supongo que a golpe de porrazo y a base de caidas he aprendido (como los burros, a palos) la razon que se escondia tras esa frase: "no dejes nunca que alguien te haga quererte por debajo de si mismo" Y es que, tesoro, no podremos ser autenticos, no podremos ser felices, no podremos ser nosotros ante nosotros mismos y ante los demás si no aprendemos a valorar quienes somos.

A querer tambien se aprende, y, como todo, se aprende fallando. Pero debes ser capaz de ver los errores, de buscarlos, de valorarlos, ponte nota, calificate en tu forma de querer y, sobretodo, en tu forma de quererte. Porque tienes alrededor gente que te quiere, gente que te quiere de verdad, gente que sufre cuando ve que no te quieres como te queremos, y que sufre cuando dejas que te pisoteen. No lo permitas, no dejes que jueguen contigo, de verdad, y lo mas importante, no dejes que jueguen contigo si tu no estas jugando con ellos.Tu tambien pones las reglas del juego, no dejes que sean los demás los que las dicten por ti. 

Ya te lo he dicho antes, tomate un tiempo, un tiempo para ti, para tomar distancia: mira, valora, y decide.
Pero sobretodo cariño, aprende a ver quien eres, lo que vales, lo que mereces. Aprende a quererte, por favor. 

Algunos ya sabemos cuanto te amamos, 
amate un poquito tu.

martes, 26 de febrero de 2013

La ignorancia de la rosa

INGREDIENTES:
 * 12 rosas, (rojas, si es posible)
* 12 castañas
* 2 cucharadas de mantequilla
* 2 cucharadas de fécula de maíz
* 2 gotas de esencia de rosas
* 2 cucharadas de anís
* 2 cucharadas de miel
* 2 ajos
* 6 cordonices
* 1 pithaya

PREPARACIÓN:
Con cuidado, separar los pétalos de rosas, tratando de no pincharse los dedos, porque (a) es doloroso y (b) si los pétalos se impregnan de sangre, alteran el sabor del plato y puede provocar reacciones químicas peligrosas.

 (Receta de codornices en salsa de rosas
"Como agua para chocolate", )

Pero ¿qué ocurre cuando la sangre ya se derrama?, cuando no has sabido ver la espina que, lenta, sigilosa, suavemente incluso, se clavaba entre los dedos, en medio, en el corazón. Apenas notas un picor y, de repente, parece que cada latido se dirige al foco de dolor, sin piedad, a matar. Y la cascada resulta inevitable, y el rojo se hace dueño, y parece casi que no ves (más allá).

Más allá aparece, como salido de la nada, un vaso de agua fría que te invita a mojar la herida. Que decide limpiar tu sangre. Porque en el centro del dolor no hay nada más. Que o (te) sacan la flor o (te) se hunde(s) en tanta mierda.   

Supongo que una rosa no deja de ser rosa por mucha apariencia que pueda tener de clavel. Supongo que aún así todos tenemos la estúpida tentación de confiar en sus suaves pétalos olvidando los puñales que porta, debajo, con ellos. Y es al abrir la mano y ver la herida cuando te preguntas a ti mismo, sabiendo que no hay respuesta lógica, sin saber muy bien qué sentido puede tener, ¿en qué coño pensabas, estúpido, al mirarla siquiera? 

Y el agua empieza a derramarse entre los dedos.Y con ella el frío se apodera de la zanja abierta. Entra. Y conforme va avanzando retroceden tus lágrimas. Y una sonrisa empieza a dibujarse en tu cara. Alomejor era necesario pincharse con las espinas para que el plato estuviera completo. Igual la reacción que tratabas de evitar se ha convertido en una inyección de adrenalina que no puedes rechazar. 

Que tiemble el fuego que aún hay más petalos que arrancar. Que aún queda rosa por manchar. Que la herida ya no duele. O el dolor se ha hecho tan amable que incluso te sostiene y te invita a seguir adelante. Y te dispones a seguir cocinando el plato, que el almuerzo esta para servirse. Y te lo están sirviendo en bandeja. 

No sabe, la rosa, 
dónde entra a jugar. 
Se siente, la rosa, 
protegida en sus espinas. 
No se ha dado cuenta, la rosa, 
que con cada herida que en tus manos abre  
muere al mismo tiempo su armadura. 

Y cuando abra los ojos y mire hacia abajo,
 apenas tendrá tiempo de ver sus puñales 
esparcidos por el suelo. 
Una mirada a tus manos, 
un breve vistazo a los ojos... 
Y justo cuando empieza a ser consciente de su acto irresponsable, 
el agua que antes te limpió 
ya hierve a su alrededor,
y la deshace.