viernes, 20 de mayo de 2011

Gotitas de cielo

Sí. 
Que se derrama.
     Se empieza a caer y no hay forma de pararlo. Y notas que te va mojando el pelo, pero lento, sin empapar. Y no puedes evitar temer la ola que amenaza con estallar en tu cara. Te preparas para cerrar los ojos, tomar aire, y desear que pase y llegue a la orilla pronto. Sin que la sal entre demasiado en la boca y la nariz. Sin que se meta por los párpados. Que luego escuece. Que todos sabemos que las gotitas de cielo no son tan dulces. Que caen porque pican. 
     Y cuanto más grande o más metido hayas estado en el cielo, más amargas se vuelven en su caída. Y más escuecen el alma. Que te quedas sin ver, sin hablar, sin escuchar, sin oler otros cielos mucho tiempo. Por eso hay veces que decides que es mejor no esperar la bofetada. Que igual coger la ola va mejor. Y te atreves a coger la tabla, y a nadar hacia la ola que se monta en el horizonte. Aún sabiendo que te va a tirar. Que sabes que si la caida es antes, antes volverás a abrir los ojos. 
     Y en ese momento sabes que la tormenta se está formando ahí arriba. Que ya no son gotitas. Que empieza a llover a cántaros y que la ropa se te está mojando. Así que ¿por qué esperar? Igual no es lo que pensabas. Puede que incluso te de para un Cut Back. Ahí es cuando aparece un pequeño rayo de sol. Y la lluvia ahora ya no es tan amarga...

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