miércoles, 2 de febrero de 2011

¿Qué piensas?



"La  joven de las naranjas" J.G.

¡Pienso  en  tardes  como esta  que  no se me permitirá revivir, 
en maduras campiñas que  sin mí  hierven  de  trigo! 
¡En leves cosas emocionantes:  la espiga que se quiebra. 
caminos  de  la mar,  pálidas  velas  lejanas, 
olas  que  afluyen a  la  playa  sin mí! 
¡En  el  día  cotidiano,  que  dócilmente  se  queda  tras  la  tumba, 
pienso,  amada,  y  en  todas  las  profundas  tardes  azules 
que  vendrán  al  jardín  del estío, 
sin mi  alma  contra  la  tuya,  en  ello pienso! 
                                                                                                                   (Olaf Bull)

   ...En cada sutil brisa que no volverá a jugar en tu cabello, en las suaves caricias que no volverá a sentir mi pelo. Pienso en esas sonrisas que no volverán a adornar las bocas de quienes veo, en los instantes que otros vivirán cuando yo sólo sea recuerdo. Lo pienso. 
   Pienso en todo esto y no puedo evitar añorar el dulce sentimiento de ese poeta que asumía su marcha con la grandeza de solo aquellos que logran entender la extraña alegría que provoca la generosidad de dar a otros la vida. Pienso en que me iré y se quedarán los pájaros cantando, y que no volveré a ser yo quien escuche sus cantos. Pienso que me iré y se quedarán el huerto, el pozo, el barrio, y no seré yo quien acaricie con mis pies a cada paso sus llanos. 
   Pienso en ese poeta que entendió que la vida era un camino y que no era posible retroceder en su flujo. Ese poeta que, alzando la voz, proclamó que sólo se hace camino al andar, con cada golpe. Pienso en él y envidio la sencillez sobrehumana con la que admitió que el ser humano está aquí tan solo de paso, dejando todo lo demás atrás en una senda que jamás se ha de volver a pisar
    Lo pienso y soy partícipe del egoísmo que corre por mis venas, ese que me impide admitir que algún día tus ojos los mirara otro, que llegara el día en que otro oiga las olas del mar por mi, que otros diferentes verán el caer del sol cada tarde, y ni siquiera sabrán quien soy yo. El egoísmo que me impide ver el contraste entre la finitud de mi propia naturaleza, y la eternidad dulce e infinita del mundo que me rodea. 


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