jueves, 4 de julio de 2013

Paisajes de montaña

Hay años que no querrías terminar nunca, que esperas guardar en tu memoria para siempre, con los que quieres soñar mil veces y que revivirías otras cien. Hay años que son agradables, suaves, dulces, arropadores... Hay otros años que se clavan como puñaladas en la espalda. Llenos de momentos difíciles, que se erigen como montañas que escalar para llegar a la cima.

Cuando subes un pico, cuando lo estas subiendo, las horas de camino pesan en la mochila, la sed te seca la garganta, los pies duelen al tropezar con las piedras, los brazos pesan, la cabeza te duele y sólo deseas llegar arriba y parar. No puedes evitar preguntarte por qué empezaste a subir.

Cuando llegas arriba lo entiendes. Cuando eres capaz de ver la cascada que rompe el prado para caer en la poza en la que te bañarás en cuanto recuperes el aliento, cuando alcanzas a ver los picos nevados que traen el agua hasta el agujero bajo tus pies, el camino ha quedado olvidado. Tan solo algunos momentos en los que decidiste levantar la vista del suelo para ver lo que te rodeaba se han quedado en el recuerdo. El dolor es algo que ha pasado y que te brinda la oportunidad de admirar la cima con mayor agradecimiento.

Hay años que son como subidas a un pico. Sólo deseas llegar al final, pero en momentos como este, en los que decides pararte y mirar, eres consciente de que las lágrimas que ahora te mojan la cara se olvidarán junto a cada piedra del camino cuando estés arriba. Este es uno de esos años, sólo queda caminar, y llegar.

De este año salvo muy poquitos altos en el camino, pero los que salvo me han servido para ver por qué merece la pena pelear.

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