Dicen
que cuando deseas algo con la fuerza necesaria termina por hacerse
realidad. Dicen que inconscientemente tus gestos, tus sueños, tu vida en
fin, se vuelca en ese destino que un dia decidiste vivir para ponertelo, de repente y sin previo aviso frente a la cara.
Lo que no dicen es que cuando eso ocurre, cuando aquello a lo que has dedicado tanto tiempo que apenas eres capaz de ponerle fecha a esa primera vez que lo soñaste, aparece ante tus ojos con la cercanía de poder abrazarlo, algo frena tus brazos, otra fuerza agarra tus manos, los pies se hunden en la tierra, y la niebla nubla tus ojos evitando que veas nada más.
Nadie te avisa de que el corazón se te oprime en un puño y que la garganta se agarra en un nudo imposible de tragar mientras, sin darte cuenta, tienes la cara mojada y los labios sellados.
Nadie avisa del miedo que da darse cuenta de que el tiempo que queda apenas es suficiente para abrir los ojos, tragar saliva, y respirar, mientras a tu alrededor todo empieza a caerse.
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