Viernes 25 de Marzo de 2011 (17:00-19:00)
Los globales, Roma y San José han dificultado mi asistencia a la parroquia los últimos fines de semana haciendola practicamente imposible.
He estado hablando con Sonia estos días vía tuenti. La echo de menos.
Me dirijo a la Barriada junto a mis compañeros de grupo, no puedo disimular mis ganas por abrazar a "mi niña". Sentados ya en las escaleras de entrada a la parroquia, Sonia me cuenta sus resultados en las notas mientras un grupo de chicos se acerca. Nuestra conversación se interrumpe cuando uno de ellos decide que Sonia es el objetivo de sus burlas hoy, observo como se defiende, no lo hace mal, sus respuestas muestran una entereza que no esperaba en el duende que saltaba el primer día. Cuando la cosa llega a las manos nos miramos sin saber qué hacer. Salva utiliza su brazo para separarlos, pero nadie se atreve a intervenir realmente. Doy gracias al cielo cuando aparece un voluntario con más experiencia que los separa y decido llebarme a Sonia y Carmen a comprar algo al kiosko. Las niñas me acompañan y al principio se niegan a que les invite a nada, pero el calor es insoportable y pronto ceden a un polo-flah. Hecha la compra volvemos a la parroquia justo antes de que empiece la hora de manualidades. Terminado el polo las tres entramos en el aula y nos disponemos a cumplir las indicaciones que las monitoras nos dan. El resultado tras envolver macarrones en papel de seda y hacer bolas de plastina es un pequeño erizo que nos mira sonrriente entre puntos de colores a Carmen y a mí. La pequeña se va encantada a enseñarles el resultado de nuestro trabajo a las demás.
Con su risa de fondo, y tras el beso de despedida de rigor a Sonia, me dirijo a la puerta donde mi padre esperará con el coche.
No puedo evitar, en el camino a casa, pensar en la imagen del ericito sonriente, inmediatamente viene a mi mente la imagen de Sonia defendiendose en el patio. Cuidado que pincha. Pequeño duende-erizo...
La idea de seguirla aunque acabe el periodo de voluntariado-obligado al que me veo sometida va cobrando forma en mi mente. La recuerdo contandome que quiere ser veterinaria, contandome cómo va los fines de semana a Córdoba a ver a sus tíos con los que tiene intención de pasar los días en los que estudie la carrera. No quiero que esos sueños se queden en eso, en meros sueños, quiero que Sonia los cumpla, y quiero hacer todo lo posible para ello. Con la idea formandose en mi cabeza de ser una especie de acompañante personal para ella en el futuro, y con el cansancio normal tras una tarde en el barrio, me duermo.
He estado hablando con Sonia estos días vía tuenti. La echo de menos.
Me dirijo a la Barriada junto a mis compañeros de grupo, no puedo disimular mis ganas por abrazar a "mi niña". Sentados ya en las escaleras de entrada a la parroquia, Sonia me cuenta sus resultados en las notas mientras un grupo de chicos se acerca. Nuestra conversación se interrumpe cuando uno de ellos decide que Sonia es el objetivo de sus burlas hoy, observo como se defiende, no lo hace mal, sus respuestas muestran una entereza que no esperaba en el duende que saltaba el primer día. Cuando la cosa llega a las manos nos miramos sin saber qué hacer. Salva utiliza su brazo para separarlos, pero nadie se atreve a intervenir realmente. Doy gracias al cielo cuando aparece un voluntario con más experiencia que los separa y decido llebarme a Sonia y Carmen a comprar algo al kiosko. Las niñas me acompañan y al principio se niegan a que les invite a nada, pero el calor es insoportable y pronto ceden a un polo-flah. Hecha la compra volvemos a la parroquia justo antes de que empiece la hora de manualidades. Terminado el polo las tres entramos en el aula y nos disponemos a cumplir las indicaciones que las monitoras nos dan. El resultado tras envolver macarrones en papel de seda y hacer bolas de plastina es un pequeño erizo que nos mira sonrriente entre puntos de colores a Carmen y a mí. La pequeña se va encantada a enseñarles el resultado de nuestro trabajo a las demás.
Con su risa de fondo, y tras el beso de despedida de rigor a Sonia, me dirijo a la puerta donde mi padre esperará con el coche.
No puedo evitar, en el camino a casa, pensar en la imagen del ericito sonriente, inmediatamente viene a mi mente la imagen de Sonia defendiendose en el patio. Cuidado que pincha. Pequeño duende-erizo...
La idea de seguirla aunque acabe el periodo de voluntariado-obligado al que me veo sometida va cobrando forma en mi mente. La recuerdo contandome que quiere ser veterinaria, contandome cómo va los fines de semana a Córdoba a ver a sus tíos con los que tiene intención de pasar los días en los que estudie la carrera. No quiero que esos sueños se queden en eso, en meros sueños, quiero que Sonia los cumpla, y quiero hacer todo lo posible para ello. Con la idea formandose en mi cabeza de ser una especie de acompañante personal para ella en el futuro, y con el cansancio normal tras una tarde en el barrio, me duermo.
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