En primer lugar, debo una disculpa por el abandono de este ultimo mes, lo siento.
Hace una semana que volví de Italia. ¡La terza volta! Si... Y no he descubierto nada nuevo, nada aparte de que cuando dije que estaba enamorada de Roma, no lo dije con la seguridad con la que hoy puedo decir que no es la ciudad, es ese país, me siento profunda, insensata, y locamente enamorada del país donde la pasta no es pasta sino miles de nombres, fetucini, maccheroni, farfalle, radiatori... el país donde la historia se ve en cada esquina, el país cuyo idioma hace que cantes, y cuya capital no es otra que amoR.
Y a pesar de verme obligada a reconocer que me encuentre donde me encuentre de Italia, ya sea Bolonia, la hermosa Verona, la Venecia de película, o la divertida Florencia, siento la extraña sensación de no querer volver nunca a España, de despertar cada día del resto de mi vida bañada por esa luz maravillosa que desprende el sol de la toscana, porque la luz aquí no es tan naranja, no tiene la misma vida, no brilla como brilla en las contraventanas... Apesar de reconocer esto y mil sensaciones más que provocan mi cariño por estas ciudades, no puedo negar que no es otra sino la inabarcable Roma la que me envuelve como en un abrazo cada vez que piso sus calles de adoquines, la que hace que mis lágrimas se derramen al llegar al lungotevere y advertir, al otro lado, el vivo trastevere que se anuncia en la otra orilla, la que hace que al doblar esa esquina despues de haber pasado el Panteón y dejando atras la Piaza Navona, no deje de darme un vuelco el corazón, por muchas veces que lo haya repetido, al ver la estruendosa Fontana encajonada en la pequeña plaza. Cuentan las leyendas que debes tirar tres monedas a ese agua cristalina que no deja de brotar de los muchos grifos del monumento, y que en cada una de ellas deberás pedir un deseo, ¿la primera? para volver,¿la segunda? para encontrar el amor, ¿y la tercera?la tercera para quedarte. Gracias Roma, porque la primera vez que me di la vuelta oyendo a mis espaldas el agua como si se tratase de una cascada que me fuera a aplastar, de verdad desee con todas mis fuerzas volver a pisar tus suelos, y poco menos de un año mas tarde, me tenías allí de nuevo, con la misma ilusión de niña con un juguete nuevo, deseando algo que, sin darme cuenta, ya tenía, y es que, Roma, ¿cómo pedirte encontrar el amor, si nada más que tu me hace emocionarme de tal manera? La tercera la he tirado este mes, y sin duda aun deseo lo que pedí, vivir en tus calles Roma, poder decir que eres mi ciudad, al menos por un tiempo.
Este viaje ha sido, sin duda, fantastico. He conocido ciudades verdaderamente mágicas, hasta ahora, mis dos visitas anteriores a Italia se habían centrado en su magnífica capital y una ligera visita a la medieval Siena, ahora puedo decir que el Ponte Vecchio visto desde el Ponte alle Grazie, con el sol callendo a mis espaldas, es sin duda una de las fotografías más bonitas de Florencia. O que pasear por la Verona de Shakespeare para darte de bruces con la casa de Giuletta y atravesar ese pasillo repleto de cartas en sus muros para entrar en el patio desde el cual poder ver el famoso balcón de la joven Capuletto es una experiencia de película...