Hoy es un dia como todos, soy profesora en segundo de bachillerato en un colegio como otro cualquiera, hoy he entrado en la clase, y, como es natural desde que empezamos el curso, Teddy ha estado desorientado, sin los deberes, y sin prestar atencion a las explicaciones. Ademas he tenido que repartir los resultados de las ultimas pruebas, Teddy, como siempre, no ha superado los requisitos minimos. No puedo evitar preguntarme que le pasa a este chico, y decido repasar los informes que sobre él, al igual que de todos sus compañeros se elaboran cada año en el colegio.
Primero: Teddy es un chico excepcional, el interes que muestra en sus estudios es equiparable a sus brillantes resultados. Este chico, de seguir asi, promete grandes resultados para el futuro.
Segundo: El interes de Teddy por los estudios parece haber menguado. Aunque sus resultados continuan sin tener nada que reprocharles, su actitud en clase empieza a ser algo mas distraida.
Tercero: Los resultados de Teddy este año dejan algo que desear, parece haber perdido interes, y sus ganas de estudiar flojean, aunque teniendo en cuenta los momentos dificiles que en su familia se estan viviendo, no es algo que pueda extrañarnos demasiado.
Cuarto: La madre de Teddy empeora y con ella los resultados academicos del chico, parece que los problemas en casa le dificultan a la hora de concentrarse en los estudios y es algo que hemos visto reflejado en sus notas.
La profesora de primero se limita a poner en la cronica : La madre de Teddy ha muerto.
Meses mas tarde de descubrir el pasado de Teddy, mi actitud con el ha cambiado, no puedo seguir viéndolo como el pelmazo de clase, no me extralimito, se quien soy, pero tengo cuidado. Teddy, simplemente, no es como todos.
Hoy ha acabado el curso escolar, Teddy ha aprobado, sus resultados no son brillantes, pero no dejan, tampoco, mucho que desear. He recibido, como cada año, los regalos que, como despedida, los alumnos de mi tutoría me han entregado antes de partir al nuevo mundo de las universidades. Entre 19 regalos perfectamente envueltos en papeles brillantes, Teddy me ha mostrado el suyo. Esta envuelto en un papel amarillento, arrugado, algo mugriento. Es papel de estraza, de los que se utilizan para envolver el pescado. He abierto el regalo, y el envoltorio ha dejado al descubierto un viejo brazalete usado y medio bote de perfume. Todos sus compañeros se han reído, pero él no los ha mirado. Me he colocado el brazalete y he rociado parte del perfume en mi cuello.
Han pasado varios años, Teddy ha cursado los estudios universitarios y cada año, después de salir del colegio ha continuado escribiéndome. En sus cartas me considera como "su mejor profesora", cada año se encarga de recordarme que continuo siéndolo. En una de esas cartas, Teddy me ha confesado que, tras el abrazo que dediqué a cada uno de mis alumnos aquel último día de clase, pensó que hacía mucho tiempo que no se sentía tan cerca de su madre. Ahora Teddy firma como Teodoro, doctor en medicina infantil, y me cuenta que ha conocido a una chica, que quieren casarse. Me pide que asista a la boda, y que ocupe el lugar de su madre.
No dudé en aceptar la invitación de Teddy. Acudí a la boda con el antiguo brazalete y con el prefume que un día se atrevió a regalarme. En la celebración se ha acercado y me ha dado las gracias, las gracias por haber conseguido que lograra todo lo que podía lograr, por haberle enseñado lo que era capaz de conseguir. Ahí me he negado. No he podido más que pedirle que no se equivoque, soy yo quien está agradecida, soy yo quien, gracias a él, he sabido todo lo que podía hacer, pero es él quien lo ha logrado todo. Nosotros, los profesores, estamos para eso, pero no siempre nos encontramos con un alumno que nos muestre qué somos. Qué debimos ser todo el tiempo.
Me he permitido el lujo hoy de transformar en texto algo que no es mío, una historia narrada en un coche de camino a casa un día cualquiera y guardada ahora en los recuerdos.
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